"Siempre se trata de una historia de amor", decía
Giambattista Valli en el backstage de su desfile. No se estaba refiriendo
a todas sus clientes abalanzándose sobre él dándole las gracias por sus
adorados vestidos de novia, si no al cuento que el diseñador había urdido para
su colección de Alta Costura de otoño.
Un hombre
parecía llegar a esta historia, según una camisa masculina –definitivamente no
era una blusa para chicas– aparecía en la parte de arriba de muchas de las
prendas. Las modelos llevaban un turbante en el pelo, haciéndoles parecer
mujeres de la Dolce Vita, con sus largas faldas de chitón y sus estampados
florales enmarcando sus marcados ángulos.
El desfile
fue muy sorprendente: rayas de rafia se alineaban en la alfombra de la
pasarela. Todas ellas también eran parte de la historia de líneas y rayas que
le dieron una visión más geométrica al resto de prendas, bastante más suaves.
El final fue puro show business: amplias faldas en colores ricos creando un efecto de ballet. La
joyería metálica de Luici Scialanga fue una perfecta aliada para los tejidos
etéreos e incluso transparentes en algunas ocasiones del desfile. Éstas son
mujeres que no tienen miedo alguno a mostrar una pierna –e incluso más– por
debajo de esas sutiles telas.
Giambattista tiene ahora otras líneas de prêt-à-porter donde puede ofrecer opciones
prácticas adicionales a un armario moderno. Pero para ser relevante en el mundo
de la moda, un diseñador necesita abarcar –y vestir– el mundo actual. Incluso
aunque Giamba, como sus
fans le llaman en la intimidad, satisfaga otro mundo plagado de sueños.
Source: Suzy Menkes – Vogue
No hay comentarios:
Publicar un comentario